17 de abril de 2024, 21:00 PM
En la lista de las personas más ricas del mundo que publicó la revista Forbes recientemente se destacó una tendencia: caras de jóvenes desconocidos.
Muchos de ellos ni siquiera han empezado a trabajar o han elegido su carrera, pero han tenido mucha ayuda para llegar hasta ahí, pues por primera vez desde 2009, todos los multimillonarios menores de 30 años que figuran en la clasificación heredaron su fortuna.
De los 25 multimillonarios de 33 años o menos en la publicación, solo siete construyeron sus propios patrimonios.
Para Forbes, la presencia masiva de jóvenes herederos es una señal de que está en marcha un fenómeno anticipado desde hace tiempo en el mundo de las finanzas globales: la “gran transferencia de riqueza”, un período en el que gran parte de toda la riqueza de los ricos del mundo pasará de una generación a la siguiente.
Se calcula que hasta finales de 2029, más de US$8,8 billones pasarán de los actuales multimillonarios a sus jóvenes sucesores.
“Y no hablamos solo de dinero, sino también de empresas”, explica a BBC Brasil el abogado Yuri Freitas, un directivo del equipo de planificación patrimonial del banco suizo UBS.
Con 15 años de experiencia en el área, Freitas coincide con el diagnóstico de que la gran transferencia de riqueza global ya está en marcha a un ritmo acelerado, y los multimillonarios del mundo están empezando a pasar su riqueza a la siguiente generación a una edad cada vez más temprana.
Choque de generaciones
Para Ken Costa, autor de The 100 Trillion Dollar Wealth Transfer (La transferencia de riqueza de 100 billones de dólares) y una de las voces más conocedoras del fenómeno, resulta claro que “nunca antes tanto dinero -en inmuebles, tierras, acciones y participaciones- había cambiado tan repentinamente de una generación a otra”.
“Y nunca antes la siguiente generación había tenido visiones tan diferentes sobre el futuro del planeta y del capitalismo en comparación con sus precursores”, explica en un artículo publicado el año pasado el también banquero y filántropo sudafricano.
Su tesis principal, siendo él mismo multimillonario de la generación del boom, es que los jóvenes, excluidos de la riqueza de la que han disfrutado las generaciones mayores durante tanto tiempo, están disgustados con el capitalismo actual.
Es más, culpan a los boomers (nacidos en el periodo 1946-1965) de destruir el planeta en una carrera desenfrenada por enriquecerse a corto plazo. En opinión de Costa, los boomers empeoraron las cosas por su arrogancia y su resistencia al cambio.
“Los zennials [nombre que acuñó para referirse a los jóvenes millennials nacidos entre 1981 y 1996, más la Generación Z, entre 1997 y 2013] heredarán los recursos de capital, el poder y la influencia, y la tecnología será la herramienta que utilicen para implantar su filosofía”, predice.
“No hay forma de escapar a este acontecimiento sísmico y, de hecho, la transferencia ya ha comenzado y se está acelerando rápidamente. Y esto no se producirá de forma aislada. También creará un efecto dominó en la economía, la tecnología y la cultura. Lo que salga de estos cambios depende de la nueva generación”.
“Lo que espero es que consigan un futuro financiero estable y próspero, y creo que es esencial que los boomers ayudemos a que eso ocurra”, dice Costa.
Muestra de la desigualdad
Esta nueva oleada de jóvenes herederos multimillonarios que se espera en las próximas décadas llega en un momento de la historia en el que la concentración de la renta en manos de unas pocas familias está empeorando la vida de la mayoría de la población mundial.
El informe Desigualdad S.A., publicado a principios de este año por Oxfam, señala que la riqueza de los cinco mayores multimillonarios del mundo se ha duplicado desde 2020, mientras que la del 60% de la población mundial -unos 5.000 millones de personas- ha disminuido en el mismo periodo.
Mientras que siete de cada diez de las empresas más grandes del mundo tienen multimillonarios como directores ejecutivos o accionistas principales, solo el 0,4% de las más de 1.600 empresas más grandes e influyentes del mundo se han comprometido públicamente a pagar a sus trabajadores un salario digno.
El impacto de tal desigualdad de ingresos es contundente, subraya la publicación.
“La década de 2020, que comenzó con la pandemia de covid-19 y vio después la escalada de los conflictos, la aceleración de la crisis climática y el encarecimiento de la vida, parece estar convirtiéndose en una década de división”, afirma el documento.
“La pobreza en los países de renta baja es aún mayor que en 2019. En todo el mundo, los precios superan los salarios y cientos de millones de personas pasan apuros”, advierte el texto.
Daniel Duque, investigador del área de economía aplicada de FGV Ibre (Instituto Brasileño de Economía de la Fundación Getúlio Vargas), explica que este esfuerzo de los superricos por transmitir su patrimonio a las generaciones futuras puede ser una reacción a las recientes iniciativas de varios países para debatir e implementar modelos fiscales más progresivos, tras décadas de tasas generosas con los multimillonarios.
Este movimiento ha crecido, alimentado principalmente por la visibilidad dada a los trabajos del economista francés Thomas Piketty, que defiende reparaciones en el sistema capitalista capaces de interrumpir este proceso de concentración de la riqueza.
“Hay un movimiento en varios países a favor de una mayor fiscalidad sobre las grandes fortunas, lo que genera una presión sobre los superricos para que la transmitan a la siguiente generación”, afirma Duque.
Otro debate que podría presionar a este público es el que se está produciendo en el G20 en torno a la creación de un impuesto global sobre las grandes fortunas.
“Un impuesto de este tipo haría mucho más difícil para los superricos generar esta herencia sin tributar. Porque hasta entonces, cuando se cobraba un impuesto, emigraban el dinero a otra parte”, señala el investigador.
Tanta concentración de la renta conlleva riesgos económicos y políticos para el planeta, señala Duque, así como una asimetría de oportunidades muy desfavorable para los que tienen menos dinero.
“Uno de los principales riesgos es cómo lidiar con un poder tan concentrado en manos de tan pocos. En el pasado, la capacidad de los más ricos para influir en la política era más limitada, con menos capacidad para actuar en los entresijos del poder. Con una alta concentración, esto está empezando a cambiar y vemos individuos capaces de cambiar el rumbo“, afirma.
¿Qué piensan los jóvenes herederos?
Como en todo debate generacional, profesionales de todos los ámbitos han tratado de predecir el comportamiento de estos jóvenes herederos y los cambios que provocarán en el mundo empresarial.
Especialmente los bancos, que corren el riesgo de perder clientes cuyo patrimonio han ayudado a construir y a compartir durante décadas.
Se sabe que la nueva generación de multimillonarios está más conectada socialmente, es más digital y, al menos en su discurso, se preocupa más que sus padres por el impacto positivo que sus inversiones tendrán en el planeta, tanto climático como social.
Un informe de la consultora EY estima que los inversores millennials están dos veces más dispuestos a invertir en empresas o fondos que buscan el cambio social y medioambiental.
Además, el 17% de los millennials afirma querer invertir en empresas que adopten prácticas ASG (ambientales, sociales y de gobernanza) de alta calidad, frente al 9% entre los inversores no millennials.
¿Podemos esperar que los multimillonarios generen cambios positivos para el mundo, que sufre, entre otros problemas, por la enorme concentración de ingresos en manos de unas pocas familias?
El informe de UBS señala que, si bien hay varios casos muy sonados de empresarios multimillonarios que prometen donar gran parte de su fortuna a la filantropía, es menos conocido que los herederos son más reticentes ante esta posibilidad.
“Mientras que más de dos tercios (68%) de los multimillonarios de la primera generación declararon que perseguir sus objetivos filantrópicos y tener un impacto en el mundo era el principal objetivo de su legado, menos de un tercio (32%) de las generaciones herederas expresaron la misma intención”, señala el estudio.
Según la experiencia de UBS, las generaciones sucesoras suelen ser reacias a donar dinero que no han ganado y, en algunos casos, puede que simplemente sigan invirtiendo en las fundaciones familiares existentes.
“Sin embargo, existe una tendencia a invertir o gestionar empresas de forma que aborden cuestiones medioambientales y sociales, tanto con fines comerciales como altruistas”, señala el informe.
La investigación del banco escuchó a algunos de estos herederos.
“Por mucho que mi padre trabajara en el sector del petróleo, el gas y la minería, yo estoy intentando reorientar todo el negocio hacia cuestiones relacionadas con la tecnología, áreas que tienen menos impacto en el medio ambiente”, explicaba al estudio un multimillonario de segunda generación.
“Pero no voy a vender todos estos negocios en un solo día. Es un viaje que empecé hace varios años, cuando me hice cargo de las empresas familiares”, concluyó.
*Basado en el reportaje de Ligia Guimarães para BBC News Brasil